El Tesoro de Cheste : El Imperio de Cartago
A mediados del siglo IV a.C., las potencias mediterráneas de la época, Roma y Cartago, se disputaban sus áreas de influencia y aprovisionamiento. Estos acontecimientos quedarían reflejados de manera especial en el área que nos ocupa.
El pueblo de Cartago, obligado por sus derrotas frente a Roma, inició una serie de incursiones, penetrando en Hispania para abastecerse de minerales preciosos y mano de obra. Este hecho, estuvo acompañado frecuentemente de saqueos que crearon una inestabilidad social y política que se plasmaría, entre otras cosas, en la ocultación de tesoros.
En el ámbito que tratamos, es de gran relieve el tesoro de Cheste, también denominado tesoro “de la Safa”. Es la prueba de la presión que generaron los púnicos en tierras levantinas y su penetración hacia el interior.
Entre las monedas destaca un denario Sgdenham 140 (RRC 44.5 desde 211 a.C.) empleado para fechar la ocultación. Esta debió realizarse en una fecha próxima a la Segunda Guerra Púnica
En base a estos hallazgos, se deduce que fue en la costa donde se debatió la rivalidad entre Roma y Cartago. Las tierras del interior quedaron descolgadas de los circuitos monetarios que crearon las potencias. La presencia masiva de monedas hispano-cartaginesas en el tesoro ‘de la Safa” se debe a, por un lado, su proximidad a Cartago-Nova, y por otro, la expansión Bárquida y la Segunda Guerra Púnica. Y es que, durante el siglo III a.C., toda el área valenciana quedó dentro de una órbita monetaria claramente cartaginesa.
El 24 de marzo de 1864, en un campo situado a unos 900 metros del pueblo de Cheste, en la partida de La Safa, -lugar que también ha recibido posteriormente el nombre de “el montico del oro”- apareció un tesoro cuando se realizaban unas obras para abrir una acequia. Estaba compuesto por una vasija con tapadera de plata que contenía un torque con dos colgantes, una fíbula anular realizada en oro, tres brazaletes de plata en espiral rematadas en los extremos con cabezas de serpientes y tres anillos de plata. Cuando los vecinos del lugar conocieron el hecho, revolvieron la partida con azadas y hallaron otra vasija llena de monedas.
Parte de este tesoro fue a parar a manos de un platero de Valencia que fue fundiéndolo hasta que José Llano, que por entonces presidía la Sociedad Arqueológica Valenciana lo localizó y lo compró. Este, al morir sin descendientes, lo legó a Miguel Martí, su administrador, que tampoco tenía quienes lo heredasen. De tal forma que, llegado el momento, decidió traspasarlo a la propia ciudad de Valencia, permaneciendo desde entonces depositado en el ayuntamiento de ésta.
El tesoro en sí no forma un conjunto homogéneo, ni artística ni culturalmente hablando, debido a que presenta piezas en las que se observa influjo céltico, otras de influencias helenísticas y otras indígenas, quizás por influjo de modos procedentes de Tartesos. Ofreciendo analogías con joyas halladas en Etruria pertenecientes a los siglos IV-Ili a.C.
El tesoro de Cheste es similar al de Mogente, en cuanto a su composición. De la misma época es el tesoro de La Escuera (San Fulgencio) y quizás el de Vallada.
Lo que es cierto es que el tesoro de Cheste, a pesar de ser sumamente interesante no nos ha permitido hasta la fecha relacionarlo con la existencia de algún asentamiento ibérico dentro del ámbito territorial de este pueblo.